
Selene Flores, (Guadalajara, Jalisco, 1998), es una poeta apasionadamente disidente, de gran ímpetu por las sensibilidades de la resistencia.
Su trabajo, publicado mayormente en Liberoamérica, nos recuerda al abordaje de mujeres revolucionarias -en la acción y en la obra- como Susana Thénon o Alaíde Foppa. Su formación le ha permitido alumbrar los movimientos de la más ardua consideración del mundo.
Poeta y estudiante de sociología. Ha sido ganadora del certamen Creadores Literarios Fil Joven (2014, 2015), y del Torneo de Escritores Universitarios Arreola-López Velarde de la Universidad de Guadalajara (2017). Algunos de sus textos se encuentran en la revista Vaivén de la Universidad de Guadalajara, El Humo, de la Universidad Autónoma de México, y las revistas digitales de Low-Fi Ardentía, Tres pies al gato y El periódico de las señoras. Es autora del poemario Cinema (2018), publicado por Cuadrivio Ediciones.
Para S. Ábrego
Vive en mí
la visión de una tú mucho más vieja
que conserve dedos delgados
y ojos de curiosa ternura.
Catedrática, nos miras
hablas de la urgencia, pensar cómo pensar
la muerte de la poesía
camina
entre las filas de nuestras bocas ignorantes.
Te sientas a la mesa
con el afán de salir
una tú mejor de la que entró
imagino que, en sueños,
tomé tus manos
y supiste que yo también estaba sola.
Para Alma
Yo podría sentarme con collares de perlas en el cuello,
fregar los platos con guantes después de cenar
poner los chocolates en bomboneras de cristal,
leer revistas
mientras espero la tristeza y la novela de las seis.
Recoger a una niña regordeta del ballet
recordar cuando yo bailaba y era tan grácil
tan más grácil que ella,
nada heredó de mí.
Podría también vivir en la sierra,
tejer patrones de flores y de alpacas,
enseñar a las criaturas a leer,
recitar a Freire sentada con nada más
que una lámpara de gas,
esperar que no te peguen un tiro en la cabeza
y despierta
tenerte el café listo para mañana cuando partas.
En cambio, ya ves
me han visto tú y los otros
sentada en los bares,
descalzada en las banquetas
pidiendo otra copa, encendiendo un cigarrillo,
hablando de Federici; suicida como Plath.
Qué risa debo dar con mi discursillo trágico,
contando las horas en que todo salió mal,
fui descubierta tantas veces,
a tan pocos convencí
y siguen cayendo, moscas,
me encanta el brillo de los unos
cuando me digo comunista,
y la euforia de los otros
que quieren anillarme,
ponerme casa a mi gusto cerca de Coyoacán.
Los encuentro ridículos a todos,
así es, dije los encuentro,
así hablan las mujeres como yo
que tanto hemos leído, que tanto fracasado,
que durmieron en el lobby de un hotel
porque las sábanas blancas de una cama matrimonial
sin estar matrimoniada, resultan aterradoras,
así es, dije resultan, qué gran literacidad.
A partir de aquí ya pueden comenzar
con sus encantadores vicios,
¿se compadecerán de mí?,
¿o son más del estilo de lapidar y olvidarse?
Como sea, no lo piensen tanto,
tengo unas vacaciones pagas en el sur
y varios mandados que hacer en Providencia,
comprar un nuevo traje de baño, con tiro alto
que me haga cintura,
aprender a tirar con pistola,
hacerme el gel de las uñas,
traducir yo misma a Apollinaire,
correr del fantasma de la hija que no tengo,
y terminar de leer la biografía de Keynes,
el libro dice que era un excelente intelectual,
tomaba el almuerzo con Virginia Woolf,
porque esa gente no comía, tomaba el almuerzo,
y me quedé en la parte donde el autor dice
¡Keynes pudo haber sido tantas cosas
y decidió hablar de economía!
Su débil corazón le pasó factura,
comienzo a sentirme rara,
convendría otro café,
y que alguien me sujetara de las manos,
desfallezco,
qué risa, qué comicidad
esta manera mía de morir.