
Garras Dormir a una gata no es pasarle despacito dos dedos por su frente mientras está tranquila en tu regazo. Dormir a una gata no es cantarle canciones inventadas para hacerle nacer el arrullo de su pecho. Dormir a una gata no es darle un tazón de leche para que tenga buenas noches. Dormir a una gata no es, sobre todo no es, despedirte de ella con la certeza de que le verás los ojos modorros el día de mañana. Quisiera que matar a una gata no tuviera un eufemismo tan suave como el pelaje que la cubría, ni tan tierno como descansaba plácidamente en un rincón de la casa. Porque mandar a dormir a una gata se siente como tener atorada una bola de pelos en medio del pecho o traer un puñado de garras encajadas en el corazón. Dormí a mi gata hace unos meses, tuve que hacerlo, y ahora escucho hasta sus pisadas y la imagino escondida en un rincón de la sala. Dormí a mi gata y no sé si una parte de mí también se quedó durmiendo.
Iveth Luna Flores (Monterrey, 1988). Su libro Comunidad terapéutica (FETA, 2017) obtuvo el Premio Nacional de Poesía Francisco Cervantes Vidal 2016. Fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León (2016) y del programa Jóvenes Creadores FONCA (2019 -2020).
El presente es parte de la selección de ©Michelle Pérez-Lobo, 2021, como editora invitada en ©DUBIUS septiembre-octubre, 2021.